Uno
En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Khalil Gibran
Ismene corrió hasta el cuarto de su esposo y se deslizó en la cama intentando no despertarlo. Odiaba las tormentas y el niño que llevaba en su vientre parecía temerlas también, porque estaba muy inquieto y ella no sabía cómo calmarlo. Notó la enorme mano de Filipo acariciando la colosal barriga y el bebé se calmó enseguida. Ismene suspiró aliviada y cerró los ojos. Aquella era la tercera noche que Zeus descargaba su ira sobre la tierra y, por tanto, era también la tercera noche que no podía dormir. Filipo era afortunado al poder dormir a pesar del calor y de los truenos, quizá algún día ella también lo conseguiría, pero llevaba siete meses y medio viviendo en Alejandría de Oxiana y todavía no había conseguido acostumbrarse. Añoraba profundamente Atenas y a su familia, especialmente a sus hermanas con las que siempre había compartido sus secretos, miedos y dudas. Y en aquel momento en que estaba aterrada porque la maternidad se le antojaba demasiado grande para ella, las necesitaba a su lado. Filipo era un buen hombre y la trataba bien, pero no era como tener cerca a una mujer con la que hablar. Sin embargo allí estaba, refugiándose en sus brazos porque estaba demasiado asustada como para permanecer en sus aposentos completamente sola.
- Duérmete, Ismene. – Murmuró Filipo con voz áspera.
- Sí, señor. – Contestó ella haciendo un gran esfuerzo por no lloriquear y confesar entre sollozos que estaba asustada y tenía demasiado calor como para descansar bien.
Cerró los ojos e intentó obligarse a dormir, pero era absolutamente imposible. Sin darse cuenta dejó escapar un suspiro de fastidio. No abrió los ojos cuando su marido se levantó de la cama, pero su mente evocó las imágenes del cuerpo desnudo que le había arrancado más de un suspiro de deseo al verlo por primera vez. Su virginal cuerpo se había abierto a las demandas de Filipo con gran facilidad, igual que se abría ahora al imaginarlo caminando por la habitación completamente desnudo. No la ayudó demasiado el sentir las manos de su esposo desnudándola. Abrió los ojos sorprendida y frunció el ceño. No estaba segura de poder recibirlo en aquel momento porque su cuerpo ardía con el calor.
- Sólo quiero refrescarte para que puedas dormir. – Murmuró él en un destello de dientes blancos como las perlas que había lucido ella el día de su boda.
Ismene le devolvió la sonrisa y lo ayudó a deshacerse de la ropa. Suspiró cuando él comenzó a acariciar la ardiente piel con un paño húmedo. El pequeño, tan agradecido como su madre, se movió siguiendo las caricias de su padre, haciéndolos reír a ambos.
- ¿Cómo será nuestro hijo, Filipo?
- Tendrá la belleza de su madre y el carácter de su padre. – Aseguró con una sonrisa.
- También tendrá los atributos de su padre. – Bromeó ella acariciando el lugar que había mencionado.
Filipo jadeó y arrojó el paño al suelo antes de volver a la cama con su esposa.
- ¿Te gustaría eso? – Murmuró acariciando los pesados e hinchados pechos de Ismene.
- ¿Que nuestro hijo sea como tú? – Filipo le lamió el cuello como respuesta – Mucho.
Ismene jadeó cuando la lengua llegó a los pezones. Notó la sonrisa de su esposo ante su reacción y ella también sonrió. Filipo era un amante tierno, pero desde que el embarazo había comenzado a hinchar su cuerpo se había vuelto más cuidadoso aún, y en aquel momento, ella sentía su contención, la férrea fuerza de voluntad a la que echaba mano para no lastimarla, para mostrarle la ternura que siempre le había mostrado.
- Te amo. – Murmuró él antes de llegar al orgasmo.
Ella no pudo contestar porque su propio clímax la sacudió, pero aquellas palabras atravesaron su corazón porque era la primera vez que las escuchaba. Filipo le había mostrado sus sentimientos cientos de veces, pero nunca los había expresado con palabras. La verdad era que no sabía qué decirle. ¿Te amo? Quizá, pero no se sentía demasiado segura expresando sus sentimientos. No tuvo que pensarlo demasiado, él ya la abrazaba y le murmuraba palabras cariñosas.
El momento había pasado.