Llegué a Facebook hace poco tiempo invitado expresamente por Christian Black, a quien por una vez voy a tratar como una mujer por este medio, porque todos sabemos que es mujer, ¿no? Una mujer preciosa y preciada para mí, por cierto.
Como decía, llegué a Facebook de mano de esta mujer y nuestra única intención era promocionar lo que escribimos juntos o separados, pero nos encontramos con corrillos de personas ociosas que parecen descuidar sus quehaceres diarios en beneficio de una red social que acapara su tiempo y su cerebro de un modo brutal. Cotillean, llevan y traen historias alejadas de la realidad que tienden a perjudicar a las personas a las que utilizan para llenar el vacío de sus miserables vidas.
Yo no conozco las penas de cada uno, pero sí conozco las mías y, además, las de Christian Black ,no en vano somos amigos desde hace dieciocho años, cuando yo llegué a Lugo huyendo de la guerra que asolaba mi país y en la que perdí a mis padres. Ella fue la primera persona que se acercó a mí y eso es algo que jamás podré olvidar. Me regaló un bocadillo, no porque yo no pudiese pagarlo, sino porque no sabía pedirlo. Recuerdo que lo miraba con ansia, deseando probarlo. Ella me vio, lo compró para mí y me lo dio. Y es que ella es así. Por eso me joden esos comentarios estúpidos que corren por ahí.
Ni Christian ni yo nos relacionamos con nadie en Facebook y no sé si eso es un error o un acierto, pero es que no disponemos del tiempo que desearíamos para hacer todo lo que queremos. Aún así, nos meten en historias ajenas a nosotros, en las que se dice que yo soy otra personalidad de Christian, lo cual es una soberana gilipollez y no por nada, sino porque Christian Black es un pseudónimo, no una "personalidad". Vamos, que yo he visto interactuar a mi amiga de toda la vida con todo lo que ella es, no la he visto fingiendo ser nadie más.
Por otra parte, me han tocado bastante las pelotas (y perdón por la ordinariez, pero hay ocasiones en las que ser ordinario es una necesidad) con tonterías y, al contrario que mi amiga, yo no me callo. ¿Por qué? Pues por algo muy simple: yo estoy regalando lo que escribo, creo ilusiones... pero los que me leen no me hacen ningún favor que yo no haya pagado. Yo escribo y tú me lees, un intercambio justo. Yo no te debo nada y tú no me lo debes a mí y, en caso de estar en deuda, lo estamos ambos. Ni tú, ni yo: ambos.
Cierto, no soy humilde, pero puedo permitírmelo. ¿Puedes hacerlo tú? Seguro que no. Bien, no me va la falsa humildad. Y es verdad, ¿qué más quiere un escritor que ser leído? Y al mismo tiempo, ¿qué más quiere un lector que historias que otros hayan escrito? Ya lo he dicho antes, sólo es un intercambio. Pero un intercambio en el que el lector sale perdiendo. Un lector no puede prescindir de los escritores, pero un escritor puede prescindir de los lectores. Cualquiera de los que escribimos tenemos por ahí historias que no ha leído nadie y escribimos otras con plena conciencia de que nadie las leerá, pero necesitamos hacerlo.
Los cotilleos, los dimes y diretes que os traéis en Facebook no sólo nos perjudican a nosotros en cuestión de número de lectores y ventas, sino a vosotros también. Os limitáis a un número relativamente reducido de escritores por una paranoia insana producida por un exceso de tiempo en un lugar en el que hay mucho chalado y mucho imbécil.
Yo lo tengo muy claro, tengo otros medios para promocionarme y la capacidad suficiente como para escribir sobre cualquier tema. Cuantos menos escritores de homoerótica tengáis, peor para vosotros. Yo no pierdo nada. Y, tal y como se están poniendo las cosas para descargar, deberíais estar agradecidos de que os regalen historias.
Tachadme de arrogante si queréis, pero yo no me vendo barato y menos por una venta más o menos. No voy a exponer mi culo para satisfacción de nadie.